La luz se enfría
entre los huecos de los ladrillos consumidos por el tiempo.
En el horizonte las
nubes bajas abren un camino estrecho para mí, para ver…
¿Para ver qué?
Al trasluz distingo
una figura misteriosa con un traje amarillo. La cadena de su bicicleta marca el
ritmo, aunque chirriado, del tiempo que tardará en llegar a la plaza. Juega con
su rueda en el suelo ajedrezado a pisar negro o blanco, mientras esquiva las piedras
que dejé colocadas en mi último juego de damas.
Me entretiene mirar
por este hueco. Queda poco para el cambio de año, tres días, creo. Desde que
cambiaron el calendario cuesta calcular el paso del tiempo.
Tengo escondido un
reproductor de cine. Si no lo han encontrado, intentare ver las pocas imágenes
que quedan de una película donde los protagonistas brindan y muestran su
felicidad en el cambio de año, aunque como el protagonista, yo seguiré sin
conseguir mis intenciones, hasta la noche del año nuevo.
Desde que prohibieron
las festividades no he vuelto a escuchar largas conversaciones, ni risas, ni vítores,
tan solo me escucho a mí todo el rato en estas grabaciones que te envío, en las
que solo hablo yo.
Tendré mucho cuidado
esta noche. Entreveo muchas pisadas cruzando el paso de peatones, todas en
distintas direcciones. Sospecho que esto me pone en peligro, aunque no creo que
pueda ser descubierta puesto que coloque los chorros de agua inacabable de las
gárgolas sobre la pared delantera.
Pumpkin Seeds